Descripción
Espléndido óleo sobre lienzo del pintor de origen catalán Juan de Palau. Con una factura absolutamente impresionista se representa el lago de Bañolas, ciudad especialmente querida por el autor, un entorno al aire libre en el que los colores y la luz se utilizan para captar la escena con gran vitalidad. La perspectiva en ángulo aporta verosimilitud a la composición, con la pasarela o muelle que se extiende sobre el agua y sobre el que pasea un pequeño grupo de personas. Estos temas de ocio eran habituales en el impresionismo como excusa para desplegar un entorno natural en el que mostrar y captar la luz cambiante.
En el centro del cuadro aparece un velero blanco navegando, cuya forma resalta por los tonos claros de su vela, contrastando con los verdes y azules del agua y del paisaje circundante. Este barco añade una ligera sensación de dinamismo a la escena.
El pintor se vale de la pincelada rápida y gruesa, especialmente en las áreas de vegetación y agua, para captar cómo la luz incide sobre cada elemento, creando un espectacular juego de luces y sombras (coloreadas) en el que nada es cuestión de azar. Las hojas de los árboles y el agua se representan con toques de color sueltos y vibrantes, transmitiendo la sensación de movimiento, y cómo la luz natural se filtra entre las ramas. Cabe destacar el reflejo de la pasarela y la vegetación sobre las tranquilas aguas del lago como demostración de la maestría del pintor.
El impresionismo, nacido en Francia en el último tercio del siglo XIX, fue un movimiento artístico definido esencialmente a través de la pintura. Se caracterizó principalmente porque perseguía como máxima aspiración plasmar la luz de un instante concreto en las obras, para lo que se valía de una pincelada disgregada, matérica y muy rápida. Gracias a los avances técnicos y científicos, que permitieron la creación de nuevos pigmentos, se extendió también el uso de los colores puros. Con ellos se conseguía una pureza y saturación de los colores impensable hasta el momento. Los colores complementarios se convirtieron también en algo fundamental, junto con el tipo de pincelada y la ausencia total del dibujo. Por este mismo motivo, las sombras pasaron de incluir el negro en su composición a pasar a denominarse “sombras coloreadas”, mezclando colores complementarios para oscurecerlos sin la necesidad del negro. Esto ayudaba también a crear una mayor sensación de profundidad. Esta obra ejemplifica muchas de las características del estilo y el resultado aporta calma al espectador que contempla la escena.
Joan de Palau i Buxó (1919 – 1991)
Nace en Girona en 1919. Se traslada a Madrid para cursar arquitectura, estudios que no termina por falta de vocación. Pronto se interesa por el arte, conoce a Santiago Rusiñol, quien le ayudará a configurar su verdadera vocación. Además, con frecuencia visita las salas de pintura del Museo del Prado donde se interesa especialmente por los grandes maestros españoles y holandeses.
El año 1936, antes de estallar la Guerra Civil Española, regresa a Cataluña y se incorpora en el ejército de la República. Una vez concluye la guerra, se ganará la vida dibujando carteles de películas en el cine Majestic de Granollers y haciendo decorados de teatro para la compañía de variedades “Los Vieneses”. Años más tarde, en 1946, se instala definitivamente en Banyoles (Bañolas), donde ya había veraneado antes con su familia, y allí será donde conocerá a su esposa. Es entonces cuando se integra de lleno en el tejido artístico y cultural de la ciudad, convirtiéndose en el escenario definitivo para desarrollar su pintura.
El artista se dedica completamente a la pintura y al dibujo utilizando técnicas como el lápiz, gouache, acuarelas y óleos, entre otras técnicas. En 1940 gana la medalla de oro en un concurso de pintura en la ciudad de Barcelona, con un retrato de su madre. Y al año siguiente, de nuevo con un retrato de la madre, obtiene el primer premio del concurso Ciudad de Granollers. En 1949 obtiene la Medalla de Badalona con una acuarela de temática bañolense. En 1950 inicia relaciones comerciales con los marchantes de pintura establecidos en Barcelona, que exportarán obras suyas en Sudamérica, principalmente Venezuela y Puerto Rico. Indicativo de la gran capacidad para crear obras pictóricas de gran calidad artística que le llevaron a tener pinturas repartidas por todo el mundo.
En la obra de Joan de Palau encontramos composiciones siempre proporcionadas, realistas y con detalle pictórico. Pintaba casi siempre de memoria, pero constantemente se podía encontrar paseando por el estanque o la ciudad observando el paisaje que lo rodeaba y haciendo un ejercicio a modo de foto fija que, después, en la tranquilidad del estudio, trasladaba a la tela con precisión.
El Taller Joan de Palau continúa actualmente su actividad, prácticamente tal y como la inició el pintor y gestionado ahora por sus hijos.