Descripción
Espectacular conjunto de relieves en los que se representan cuatro de las letanías de la Virgen. En madera tallada y dorada, todos ellos presentan una forma prácticamente cuadrada, que enmarca un círculo central en el que se encuentran los distintos símbolos en relieve sobre un fondo liso. El marco se ornamenta con volutas y hojas carnosas. Proviene de una importante colección privada española. Probablemente formaran parte de un importante retablo dedicado a la Inmaculada. Resultan decorativos en sí mismo, perfectos para colgar en una pared formando una composición.
Las letanías lauretanas o letanías de la Virgen son las letanías más difundidas como forma de alabanza y de súplica a María. Los orígenes de las letanías se remontan a los primeros siglos de la cristiandad. Eran súplicas dialogadas entre los sacerdotes y los fieles, y se rezaban sobre todo en las procesiones. Aunque en un principio eran dirigidas únicamente a Dios, con el tiempo se añadieron invocaciones a santos y, sobre todo, a la Virgen María. La letanía mariana que actualmente se usa, la conocida como Letanía Lauretana, recibe su denominación del santuario de Loreto (Italia), de donde procede. Fue aprobada por el papa Sixto V para toda la Iglesia en 1587.
Las Sagradas Escrituras y, fundamentalmente, el Antiguo Testamento, albergan más de medio centenar de símbolos que desde los primeros siglos del cristianismo se han relacionado con la Virgen María. La tradición escrita se valió de estos símbolos para reconocer y exaltar las principales virtudes de la Madre de Dios. En la cultura visual se constata a través de las representaciones de la Virgen acompañada de símbolos que, en su mayoría, proceden de la Biblia y que, a menudo, son identificados como símbolos de las letanías marianas. Normalmente aparecen enmarcando a la Virgen, representada como Inmaculada.
Los cuatro símbolos que presentamos son algunos de los más habituales, y su desarrollo sería el siguiente:
- Palmera: “Como palmera me he elevado en Engadí” (Ecclo. 24, 14.) y “Florece el justo como la palmera” (Sal. 92, 13.)
Los árboles, por su verdor y su vida, suelen estar relacionados con un significado de esperanza de salvación. Por otro lado, los habitantes de Jerusalén aclamaron a Jesús a la entrada de la ciudad con palmas en señal de triunfo y victoria. Evocan la ascensión, regeneración e inmortalidad. Además, la palmera era uno de los árboles que se encontraban en el paraíso y, como tal, suele aparecer en las representaciones de la expulsión de Adán y Eva, por lo que se entiende como una alegoría de la justicia. Otra de las interpretaciones tiene que ver con la fecundidad.
- Flores de lirio: “Como lirio entre los cardos, así es amada entre las mozas” (Cant. 2, 2.)
Tanto los lirios como las azucenas, vienen a significar su ser virginal y su concepción sin pecado. El lirio entre cardos es una metáfora de la pureza de María. Su blancura es imagen de la belleza espiritual de la Virgen. Los pétalos abiertos hacia arriba son una referencia a su apertura a Dios Padre y los que se abren hacia los costados aluden a su “maternidad generosa y esencialmente misionera”. Es, además, una evocación del Árbol de la Vida.
- Ciprés: “… como ciprés en el monte del Hermón” (Ecclo. 24, 13.)
Para muchos pueblos, el ciprés es un árbol sagrado. Dada su longevidad y su verdor persistente, es denominado como “árbol de la vida”. Su verticalidad evoca el tránsito de la tierra al cielo y es, por tanto, símbolo de la esperanza cristiana. Esto, aplicado a la Virgen, viene a significar que María, al igual que un ciprés, se mantuvo firme ante el pecado.
- Torre: “Tu cuello, la torre de David, erigida para trofeos” (Cant. 4, 4.)
La invocación de María como torre de David alude a su belleza espiritual y a la firmeza de su fe. La Virgen María, al igual que el cuello, es el nexo entre la cabeza y el cuerpo, entre Cristo y los hombres.