Descripción
Espectacular óleo sobre lienzo de «San Juanito, el buen pastor», fechado en 1830 y firmado con las iniciales J.M.A. en el reverso. En primer plano, San Juanito, sentado sobre unas rocas dirige su mirada directamente hacia el espectador mientras acaricia un cordero situado a sus pies. El niño lleva una vestimenta típica de la época, con pantalones cortos, una camisa de manga larga, chaleco y botas altas, además de un sombrero de ala ancha y vara de pastor. Al fondo, un paisaje natural con árboles y un pequeño río. La postura relajada del niño, su ropa sencilla, el paisaje pastoral y la oveja son elementos que resaltan la pureza y la sencillez características de la representación de San Juan Bautista en la tradición cristiana. La obra refleja también la idealización del niño, como un «buen pastor», un tema que se asocia con la representación de Jesús y de santos en la pintura religiosa barroca. El tema fue muy popular en el Barroco y encuentra su fuente en un pasaje del Evangelio de San Lucas.
Este tipo de pintura fue muy común durante el siglo XIX, cuando los artistas de la Escuela Española seguían las huellas de los grandes maestros del Siglo de Oro. En este caso, la obra sigue los preceptos estéticos de la pintura del maestro Bartolomé Esteban Murillo, en concreto “San Juanito con un cordero” (1660), obra que actualmente se encuentra en la National Gallery de Londres y “San Juan bautista niño”, del Museo del Prado. Murillo es especialmente reconocido por su representación idealizada de la figura humana y la simplicidad de sus escenas religiosas, mezclando el contenido amable a la vez que explota la vena más sensible del fiel, con una depurada técnica pictórica en la que se mezclan rasgos compositivos de raíz italiana con un sentido del color muy poderoso que revela influencias de maestros flamencos como Rubens o Van Dyck.
El pintor construye en este lienzo una tierna imagen de san Juanito, cuya dulzura e inocencia contrasta con el dramático simbolismo que subyace en la imagen. El tierno cordero que lo acompaña alude directamente al sacrificio cruento de Cristo y simboliza su propio martirio. Este tipo de imágenes infantiles de dramático contenido pero aspecto dulce y conmovedor, pensadas precisamente para mover el alma del fiel que ora ante ellas, fueron muy frecuentes en el barroco español. Su forma más frecuente fue la del Niño con los símbolos de la Pasión, que proyecta sobre la inocente infancia de Jesús la sombra de la cruz. Será sobre todo en el arte de la Contrarreforma donde ese presentimiento fúnebre de la Pasión se exprese por medio de alusiones transparentes.



























