Descripción
Espléndida pintura de paisaje, característica de la escuela holandesa del XIX. Titulada “Militar frente a la costa”, pues a pesar de que todo el protagonismo se concentra en el paisaje en sí, se encuentra una pequeña figura humana vestida con atuendo militar y armado mirando hacia el horizonte. La escasa presencia humana se completa con la austera cabaña que aparece en el lado derecho de la obra.
Por el contrario, como es habitual en la pintura de paisaje holandesa del siglo XIX, destaca el interés por representar la naturaleza en todo su esplendor. En general, se aprecia una evolución desde el clasicismo heredado del siglo anterior hacia un naturalismo cada vez más marcado, a lo que se suma la influencia del romanticismo alemán y francés. Los temas elegidos más habitualmente eran, o bien cotidianos, o con algún simbolismo nacional: paisajes humildes, sin dramatismo ni una excesiva idealización, con elementos como molinos, canales, cielos nublados, escenas costeras o agrícolas… vinculados a la identidad nacional.
Los pintores optaron por la observación directa de la naturaleza y pintar al aire libre, influenciados por el plein air francés, lo que permitió una representación mucho más fiel y realista de la luz. También se aprecia una paleta cromática predilecta, marcada por los tonos grises, tierras, azules apagados… los colores perfectos para representar esa atmósfera propia.
La obra que nos ocupa es muestra de dichas características. La presencia humana es casi anecdótica dentro de la inmensidad del paisaje, cargado de una atmósfera muy sentimental, puede incluso transmitir cierta sensación de soledad o reflexión. Al igual que le ocurre al militar, nuestra vista como espectadores se dirige hacia el mar. La composición logra una magnífica sensación de profundidad, gracias al contraste entre el personaje en primer plano y el remoto paisaje montañoso. La precisión de las pinceladas en las copas de los árboles, resguardadas del viento, es verdaderamente extraordinaria.
Pero lo que destaca, sin duda, es la luz. En su intento de representar la realidad con la mayor precisión posible, se prioriza la experiencia directa de la luz. En este caso, el momento elegido es el del amanecer, el momento preciso en el que los cielos parecen abrirse para dejar entrar la luz que da comienzo al nuevo día. El cielo se recrea con un gran movimiento de claros y nubes, aportando volumen visual y generando una sensación escénica y emotiva.
Un paisaje verdaderamente evocador, siguiendo la estela del reconocido paisajista Joachim Govertsz, seguidor a su vez de Pieter Van Asch. Este tipo de pintura se convirtió en un importante legado histórico, influyendo enormemente en los movimientos pictóricos posteriores.




























