Description
Espectacular temple sobre cartulina firmado por Pedro Mozos, probablemente el artista castellano más galardonado del siglo XX, aunque su obra se suele considerar perteneciente a la Escuela Madrileña. Representa una escena de caza, formada por tres jinetes acompañados por sus perros de caza, cruzando un río. La propia técnica utilizada, pintura al temple, es la responsable del acabado de la obra, prácticamente mate. Firmado en la esquina inferior derecha.
Mozos nació en un pueblo de Palencia, pero con solo 4 años se trasladó a Madrid, donde comenzó a pintar de forma autodidacta y poco a poco se fue introduciendo en el ambiente cultural de la capital. Se relacionó con artistas como Ignacio Zuloaga, y ya en este momento Eugenio D’Ors lo calificó como un genio. Tras la guerra civil fue consolidando su carrera artística poco a poco.
Su obra se ubica entre la tradición y la innovación, pues no se acomodaba ni al naturalismo académico ni apostaba abiertamente por el vanguardismo. La naturaleza era precisamente uno de sus temas predilectos. En sus composiciones de paisajes se muestra mucho más interesado por los efectos generales que por la descripción afinada del detalle, como ocurre precisamente en esta obra. Los detalles se simplifican de tal manera que impiden que sus obras resulten excesivamente terminadas. De la pincelada destaca la técnica suelta, muy alejada de la característica pincelada apretada y detallista del academicismo.
Tomó como inspiración las anatomías robustas de Miguel Ángel para sus desnudos, con un concepto escultórico y monumental. Se fijó también en maestros como El Greco, Goya y Velázquez. De Velázquez le apasionaba la “ternura” al tratar las cabezas y las manos, además de la característica teatralidad de sus composiciones. De El Greco, la estilización y abstracción de sus figuras. Pedro Mozos ejemplifica con su obra la mezcla del espíritu clásico y del expresionismo tan característico y personal de la obra de Goya, de quien tomó también el tratamiento de la luz y la densidad de la mancha. No dejó nunca de mirar al clasicismo, aunque algunas de sus obras evidencian su proximidad al espíritu modernista o mediterraneista catalán, en especial las de la década de 1940.
En 1958 se le concedió una beca para pasar un año en Francia, época que aprovechó para estudiar el arte moderno, y tras la cual tomó la conclusión de que debía seguir siendo fiel a sí mismo. Aquí es donde reside la originalidad de su obra. Siempre se mostró como un artista independiente, fiel a su estilo personal y a sus principios, aunque no siguiese la moda del momento. En ocasiones se ha dicho que “Pedro Mozos pintaba para sí mismo”.
En este sentido, destaca su capacidad de representar la madurez de la tradición clásica del arte occidental en el tiempo de la modernidad y las vanguardias, pero sin estar completamente ajeno a estas innovaciones. En sus propias palabras: “El arte, como la naturaleza, es eterno y evoluciona muy lentamente».
Durante su carrera obtuvo numerosos y prestigiosos premios, como la Primera Medalla de Pintura de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Se convirtió en el artista plástico castellano más galardonado. Expuso, tanto de manera individual como colectiva, en las principales salas y museos del país y de fuera de él. Participó en dos ocasiones en la Bienal de Venecia, y otras dos en la Bienal Hispanoamericana.