Cuando hablamos de abstracción en Cantabria, Esteban de la Foz es considerado su mayor representante, y es sin duda alguna el precursor de este movimiento. Pese a su reconocimiento por su contribución a la abstracción, durante toda su carrera jugó con los materiales, formas y experimentó con diferentes estilos, además de estar al tanto de las nuevas tendencias. Originario de Santander y nacido en el año 1924, vivió a muy corta edad la pérdida de sus padres con tan solo 4 años, quedando al cargo de su abuela y sus tías.
Desde bien joven desarrolló un profundo sentimiento de pertenencia con su tierra y sobre todo un intenso interés por las artes, las humanidades y la filosofía. Su iniciación en el mundo del arte se dio en el diseño gráfico, haciendo logotipos, cubiertas de libros, folletos, etcétera. Si bien es cierto que se dedicó a la ilustración, este no había recibido una formación académica, por lo que en torno a 1952 cuando empezó a pintar, desarrolló una pintura que referenciaba a los pintores que admiraba, aún no había desarrollado un estilo propio.
En estas primeras obras Esteban de la Foz cultiva una pintura postcubista, con figuras volumétricas, casi escultóricas y muy estáticas. Es una pintura en la que los rostros no están individualizados y la gama cromática que encontramos generalmente en las pinturas de sus inicios es sobria, de colores apagados y marrones. Bebió de sus más grandes referentes como María Blanchard, Antonio Quirós, Manuel Gómez Raba y Pancho Cossío (nombre artístico de Francisco Gutiérrez Cossío).
El grupo Pórtico, agrupación de pintores procedentes de Aragón, expuso en el Saloncillo Alerta en 1949. La experimentación entre el constructivismo, la abstracción y el postcubismo que cultivó el grupo debió de impresionar y marcar enormemente a Foz, despertando en él el interés por la representación del paisaje urbano. Si bien esta primera etapa estuvo marcada por sus múltiples referentes, uno de ellos se mantuvo en el tiempo durante gran parte de su carrera, Pancho Cossío. Al fin y al cabo, esta etapa inicial consistió en la observación y experimentación de un autodidacta en busca de su estilo personal.
Del alicantino admiró la irregularidad controlada que denotan sus obras, esa supuesta espontaneidad tras la que había un ejercicio de reflexión previo bien concienzudo, no se dejaba nada al azar. Otro aspecto que tomó de Cossío y que mantuvo en el tiempo fue la experimentación con el material. Se aventuró a hacer su propio pigmento, con mayor éxito que su referente, en lo que se refiere a su conservación, aunque las obras de Esteban de la Foz también presentan problemas en su conservación.
Esta primera etapa llegó a su fin en 1957 cuando el Ministerio de Educación le otorgó una beca para formarse en París en la Escuela de Louvre y la Academia de la Grande Chaumiere. En París se adentra en el informalismo (movimiento artístico que se desarrolló en España, Italia y Francia en la posguerra de la segunda guerra mundial que englobó las tendencias abstractas), inició en el informalismo figurativo y fue poco a poco introduciéndose en la abstracción.
Al volver a España comenzó a trabajar en la prensa como dibujante, posteriormente se mudó a Bilbao junto a su mujer e hijos (es importante destacar lo ¨tarde¨ que empezó a pintar, teniendo en cuenta que muchos de los artistas más reconocidos se inician en este oficio desde su juventud). En Bilbao acabó instalándose durante 15 años, donde trabajó en el mundo de la publicidad, haciendo pancartas, murales y stands para empresas.
Durante este largo periodo bilbaíno, concurrió a tertulias de intelectuales y artistas locales que le invitaron a unirse a los movimientos y cultura bilbaína, sin embargo, el sentimiento de pertenencia y orgullo cántabro de Esteban de la Foz era más fuerte. Es en esta etapa en los años 70 en la que definió su estilo propio y en la que creó su gran serie ¨Las huidas¨, con la que rompió totalmente con lo cultivado hasta entonces. Esta serie ha sido relacionada con las cuevas de Altamira, por su gran similitud arqueológica y prehistórica, como si se hubieran representado las cuevas de Altamira desde la abstracción.
Podríamos decir que el estilo propio de Esteban de la Foz consiste en la liberación total de la figuración, el juego con el soporte y los pigmentos, empleando técnicas varias como la acuarela y la encáustica. Y en cuanto a la gama cromática, por lo general suele ser sobria, apagada y oscura. Por el contrario, en algunos casos emplea grandes manchas de colores intensos y vivos tales como el rojo y el naranja que dotan a la pieza de un mayor componente dramático.
Empleó también la madera como soporte para jugar con las cualidades táctiles de este material y cómo incide el pigmento sobre un soporte con irregularidades, rugosidades y grietas. Conceptual y sentimentalmente, el santanderino quiso representar, como reza el título de esta serie, ¨Las huídas¨ del hombre, su desesperación, angustia y pánico, es una serie totalmente dramática, inundada por el miedo y la tensión.
La época de ¨Las Huidas¨ llegó a su fin en 1979 con la celebración de una exposición en el Museo de Bellas Artes de Santander organizada por Zamanillo Peral. En esta exposición demostró haber desarrollado un estilo influenciado por el neoexpresionismo alemán y el expresionismo abstracto estadounidense, sobre todo de Robert Motherwell. La barroquización producto del influjo alemán, la aparente inestabilidad y espontaneidad (que en realidad era producto de una reflexión concienzuda, nada es producto del azar) junto a los brochazos gruesos y chorreantes son las grandes características de esta etapa.
Al igual que en ¨Las Huidas¨, en esta etapa podemos hablar de gran intensidad y expresividad. Sin embargo, aquí se puede seguir el movimiento y acciones del artista, de un lado para otro dando brochazo tras brochazo; es la huella del artista, nos transporta a su proceso de creación. En esta etapa podemos ver perfectamente esa experimentación con el pigmento que toma de Cossío, en este caso haciéndolo más aguado para jugar con el surco que dejan los chorros de esos brochazos tan cargados. Al fin y al cabo, son obras que denotan caos, espontaneidad e intensidad con brochazos salvajes y desenfrenados.
Esta etapa fue realmente breve, pues en 1985 su obra vuelve a experimentar cambios, después de más de diez años de haber abandonado la figuración para decantarse por la abstracción. Es relevante recordar que Esteban de la Foz fue todo un intelectual, contando con una amplia biblioteca privada, estando al tanto de los movimientos que se estaban desarrollando, abierto a jugar con las nuevas formas. Abrió una nueva etapa caracterizada por mantener la abstracción, pero con cierto interés por la figuración en el sentido de que los títulos de estas obras dan pistas al espectador de lo que deben ver.
Podríamos decir que permanece esa influencia del expresionismo americano, la desaparición de la forma, pero esos títulos que guían al espectador como en la obra inicial de Pollock, siendo un claro ejemplo ¨Ritmo de otoño¨ (1950). El protagonista de esta etapa es la naturaleza y el paisaje, tanto el urbano como el natural. En 1993 y 1994 realiza una serie de pinturas en la que buscó transmitir sensaciones a través del color según su intensidad.
El análisis de la obra de este artista en su conjunto deja claro su gran capacidad de adaptación a las nuevas formas y el deseo de renovación constante. En definitiva, un pintor absolutamente camaleónico que supo explotar su capacidad y creatividad, logrando convertirse en uno de los más grandes representantes de la abstracción cántabra en el siglo XX.
Bibliografía
Carretero, S., Salcines, L. A., & Zamanillo, F. (2022). Esteban de la Foz, poeta del arte (1924-2007). Editorial Raúl Reyes.